San José
de Apartadó 16 de Abril de 2015
“Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que
es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar
la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.
Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa
muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos
tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a
nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra
esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!” Jorge Eliecer Gaitán.
Señores del gobierno, somos la gente de
San José de Apartadó, hombres, mujeres, ancianos y niños reclamamos ante todos
que se detenga esta muerte, esta tristeza, esta guerra.
Todos los que nos escuchan saben que
vivimos con el recuerdo de decenas de hombres, mujeres y niños descuartizados
vivos en un horrible carnaval de sangre, lo sentimos, tenemos que decirlo.
Para ustedes, la paz tal vez sea una
consigna, una palabra vacía, una manera de hacer política. Para nosotros, la
paz es la vida misma, después de llevar décadas condenados a la muerte, al
destierro, al miedo.
¿Que esperan ustedes que nosotros les
digamos? ¿Por qué debemos nosotros, gente humilde, convencerlos de caminar con
respeto a la tranquilidad y al derecho a la felicidad de nuestras comunidades?
Hace poco uno de los grupos armados
declaró una tregua unilateral, eso ha servido a nuestras veredas, nos devolvió
la esperanza, pero los otros señores quieren continuar disparando apoyados por
señores de corbata que poco les importan nuestras calamidades.
Nos preguntamos, ¿tendrán esos corbatudos,
hijos en el frente de batalla? ¿Tendrán esos periodistas que escuchamos
alimentado el odio y la violencia, hijos en cualquier grupo armado disparando?
Sabemos que no, por eso les im- porta poco nuestro luto.
Somos gente pobre, débil, nuestra voz no
sale por televisión ni por radio, pocas veces nos dejan expresar lo que
sentimos, parece que no existiéramos, cuando en realidad somos nosotros quienes
llevamos a cuestas día a día, ésta barbarie que no parece tener fin.
Ustedes deberían saber que nuestra
comunidad fue fundada por hombres que huían de la violencia del estado durante
los 50s y 60s, hombres desterrados buscando una tierra donde volver a vivir.
Pero, ¿Por qué señores del gobierno la violencia y la muerte nos busca donde
nos refugiemos? ¿Acaso nuestro pecado es ser pobres, ser campesinos y reclamar
la tierra que abrimos a machete?
Señores del gobierno, hoy el himno llora
la mentira de sus palabras, cantadas por los señores que hacen la guerra,
palabras falsas para nosotros que en
estas madrugadas hemos tenido que ver a nuestros niños despertarse debajo de
los humildes catres, único escondrijo para guardarse de los balazos, que
disparan sobre nuestros techos de zinc, las avionetas de guerra durante las
noches horribles que no cesan.
Hoy, en los campos colombianos donde
habitamos hombres y mujeres humildes del pueblo, hemos despertado con los
corazones angustiados de terror al escuchar sus declaraciones de guerra.
Nuestros viejos miraron al cielo de esta mañana, no buscaban la mirada de Dios,
ni contemplaban un arrebol a la salida
del sol tras la montaña, temían la espera de los demonios voladores que han
arrojado bombas sobre sus cabezas campesinas y encanecidas.
Sabemos que esas imágenes que describimos
de nuestros niños y nuestros ancianos son lejanas, inexistentes para ustedes
desde sus cómodos escritorios, y es quizás por ello, el desparpajo con que
declaran la continuidad de los bombardeos y de la guerra, guerra que no se escucha desde la comodidad
de sus oficinas, que no han conocido sus
hijos, que no ha matado a sus padres, guerra que no arroja bombas sobre sus
hogares.
No pueden señores del gobierno, escucharse
las palabras de paz bajo el ensordecedor estruendo de las bombas y la
metralla, ello nos pone a dudar con
terror de que tan cierta es la voluntad de ustedes de cumplir el mandato que
como pueblo soberano les encomendamos esperanzadamente. ¿Acaso ustedes no han
entendido que en ese entonces, como ahora y como siempre lo que venimos
pidiendo es la paz y no la guerra?
A nosotros como a ustedes, nos duele la
muerte de nuestros jóvenes soldados, pero a nosotros a diferencia de ustedes,
no nos alegra la muerte de ningún guerrillero, porque la muerte violenta de
cualquier colombiano nos disminuye como patria y la celebración por esas
muertes nos desmiente como seres humanos. ¿Cuántos muertos hacen falta para entender esta verdad tan
simple? ¿Qué nivel de atrocidad necesitan para verse obligados, rodilla en
tierra a llorar y lamentarse desgarradamente como tantas veces lo hemos hecho
nosotros ante los cadáveres despedazados de nuestros seres queridos?
Ustedes no saben lo difícil que es para
nosotros tener educación, techo y comida. El campo está cada día más pobre,
nuestros hijos no tienen acceso a la educación, el sistema de salud nos trata
para todo con aspirinas (si es que nos trata), también somos hijos, hermanos y
padres de víctimas de la guerra, que llevamos esperando durante años la
justicia, reparación y promesa de no repetición. Toda la justicia social y la
dignidad como seres humanos y campesinos se nos presenta como un sueño de
esperar y esperar. ¿Ahora, es ese también el destino de nuestro anhelo de paz?
Señor presidente, señores militares,
señores de la guerrilla, queremos un cese al fuego de todos los que disparan.
Estamos en la mitad, alzamos las manos, miramos a lado y lado para decir ¡basta
ya! Queremos vivir, cese al fuego bilateral, cesen de disparar, cesen de
buscarse por nuestras montañas para matarse, queremos un país donde la única
arma sea la palabra, detengamos esta muerte ya. No se sigan matando, no nos
sigan matando, ¡CESE AL FUEGO BILATERAL
YA!
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